VFNO 2013: MI CRÓNICA

Una vez más estuve en la Vogue Fashion´s Night Out en Madrid. Y, una vez más, me agobié muchísimo con tanta gente. A mí que no me digan que ésta es la noche de las compras porque así no hay quien compre nada. Servirá para ver y ser visto, fichar algo que te guste o ir de gorra a beber cócteles aguados (ya ves tú), pero para comprar, lo que se dice comprar, no.
Llegué, como siempre, con la lengua fuera a eso de las nueve de la noche. Esto es lo que me pasa por intentar cumplir con todo. Que llego tarde, tarde, tarde. Como teníamos reserva para cenar a las diez y media-once menos cuarto, sólo pude estar hora y media escasa y eso, con lo difícil que es avanzar por la calle, no da para mucho.
Visité brevemente las siguientes tiendas de la calle Serrano: Loewe (literalmente nos colamos), Michael Kors (me encanta), Uterqüe (visto y no visto), Emporio Armani (viendo ropa para mi marido, que le chifla la marca) y, sobre todo, Massimo Dutti, donde entré porque me interesaba mucho su colección NYC, muchos de cuyos artículos están agotadísimos por internet. Me compré el jersey-capa tan chulo que podéis ver abajo, no sin amplios esfuerzos para que alguien no me derramase algo encima, pues el rato que estuvimos allí, las copas rodaron por el suelo (pobres dependientas...).
En la calle Serrano cada vez veo más comercios cerrados con ocasión de la VFNO, como Yves Saint Laurent o Salvatore Ferragamo. Lo entiendo perfectamente. Para lo que se compra, les sale mucho más caro y arriesgado tener abierto.
En mi deambular, vi a Fiona Ferrer firmando libros en la puerta de El Corte Inglés. Parece más joven y más delgada al natural. También me pareció ver a Almudena Fernández haciéndose fotos delante de un coche que había instalado en el frontal de la carpa VIP, a la entrada de Ortega y Gasset. No estoy segura de si era ella, pero si era, como dice mi amiga Paola, le hace falta un buen bocadillo de jamón diario, por lo menos.
Como Ortega y Gasset era intransitable, nos metimos por Claudio Coello y nos dirigimos hacia la zona de Jorge Juan, mucho menos colapsada, para entrar en la tienda de Christian Louboutin, que es una monada. Desde allí, nos fuimos a cenar, pues el reloj marcaba las diez y media.
Fue lo mejor de la noche. Cenamos en el famoso restaurante Kabuki, situado en el hotel Wellington, en la calle Velázquez. El hotel estaba engalanado para la ocasión, con una amplia alfombra roja, donde se exponía un Ferrari. La terraza del hotel tenía un ambientazo que me hizo decidirme por empezar por ahí el año que viene. Pero lo que es realmente espectacular es el restaurante.
No es ya que el proyecto de interiorismo sea de nuestro gusto, por aquello de lo moderno y tal, sino que su cocina, fusión japonesa-española, es un festival de sabores. Cenamos, como debe ser si quieres hacerlo bien, en la barra. Desde nuestro viaje de novios japonés, somos muy aficionados a la cocina nipona y ya vamos controlando cómo ir pidiendo aquello que no conocemos. También nos gusta dejarnos aconsejar.
A los camareros, bastante amables, debió de parecerles que disfrutábamos porque, al final, salió a saludarnos el mismísimo chef y copropietario, Ricardo Sanz, muy agradable y educado.
"Todo exquisito. Volveremos". ¿Al Kabuki? Seguro ¿A la VFNO? Quizás no. Ya veremos.
Mañana, mi look.

Ambiente VFNO